Y el 2011 no es electoral (8): Recuerden la desaprobación
Para algunos es parte del juego político que ahora los candidatos quiebren con lo que prometieron en la primera vuelta para comenzar de cero a prometer una propuesta completamente distinta. O, en todo caso, cosas que no podrían convivir con lo que prometieron en la primera vuelta. Aquí hay mucho de esa filosofía del "preocupémonos por eso luego" que tanto daño le hace al país. Y, en fin, si fuese un caso sin precedentes, ni modo, habría que ver qué pasa. Pero esto ya sucedió en el Perú. Y no hace mucho. ¿Ven al de la fotito de aquí arriba? Se llama Alejandro Toledo y alguna vez fue tu presidente.
Parece que muchos olvidan la gran frustración que generó este mandatario que, como decía uno de sus colaboradores, "no toma decisiones, las decisiones lo toman a él". Llegó al poder con el apoyo de básicamente todos menos cinco, sin preocuparse por meter a un mismo costal a perro, pericote y gato. Luego, cuando trató de congeniar las políticas, simplemente no pudo y arrancaron los problemas. No debe sorprender, entonces, que la aprobación presidencial siga la siguiente curva, tomada de un artículo del 2006 de Caretas.
Estos datos son consistentes con los recogidos por otras encuestadoras. Si se fijan, Toledo tuvo periodos en los cuales no llegaba ni a 10% de aprobación. Los que no vivieron esa época no tienen ni idea de cómo era eso. Sólo para que se hagan una idea, actualmente Alan García, con toda la crítica y los ataques y los odios llegaba hace un mes a una aprobación de 25%. Chequeen este gráfico tomado de El Comercio.
Ahora, la subida de la aprobación de Toledo del 2004 al 2006 respondió a que se convirtió, pues, en un populista de lo peor. Comenzó a acceder a todo, lo cual no servía de mucho, tampoco, porque la gente seguía reclamando cosas que no se podían hacer, porque atentaban contra la estabilidad de la economía, que era lo que él se suponía que defendía. Por supuesto que eso no le impidió cometer algunas atrocidades que luego nos han traído muchísimos problemas. Por ejemplo, subir sueldos a trabajadores públicos indiscriminadamente, como a los policías y a los docentes, sin atarlo a absolutamente ninguna clase de compromiso, lo que a su vez luego hacía más difícil iniciar cualquier tipo de reforma seria de la educación o de la policía en el Perú.
Otro ejemplo fatal: El proceso de descentralización que inició queriendo quedar bien con todos y que nos dejó con un país fragmentado compuesto de más de una veintena de presidentes regionales que creen que pueden imponerle sus políticas al resto del país. Esto se debió hacer de una manera más gradual y transfiriendo funciones por etapas. No todo de golpe. La conclusión fueron gobiernos regionales que no han sabido utilizar los recursos que les correspondían y que generaba descontento al grito de "¿por qué las empresas no aportan al desarrollo?". El puente que no se construía, las escuelas que no se refaccionaban, los refuerzos del río que no se preveían... Todo eso es consecuencia de algunos gobiernos regionales (no todos, es cierto) que no usaban el dinero que les tocaba porque no podían pasar por los filtros que existen en el aparato estatal para aprobar desembolsos.
Pero como decía, eso recuperó su aprobación -también relacionado al proceso de la negociación del TLC con Estados Unidos-, pero no redujo las protestas. Para entonces algunos grupos ya habían comprendido que Toledo cedería a todo si tomabas la carretera correcta. ¿Creen que Alan García la tuvo difícil con protestas y paralización? Observen este gráfico de Tanaka sobre el número anual de conflictos en ese periodo.
Así que mucho cuidado con ese floro del que lo deseable es que los candidatos tienen que negociar con lo que sea, sin considerar principios, coherencia, ni nada. Las consecuencias luego son claras y predecibles: Un país muy difícil de gobernar. Por eso es útil tener partidos sólidos que se definan con respecto a los temas, de tal manera que cuando votes por ellos sepas qué esperar. Partidos que no se alíen con quien sea a cambio de un par de votos más. No obstante, si estamos promoviendo que sea tan, pero tan poco institucional que lo que prometiste en la primera vuelta te lo bajas para la segunda, nunca vamos a tener un sistema político responsable.
Luego no vayamos al Congreso a pedir que rindan cuentas o que cumplan lo que prometieron. Al contrario. Al que cumpla hay que ir a señalarlo y reirnos de él.