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La tecnología del siglo XXI (20): La guerra por la biodiversidad

Publicado: 2011-07-11

La semana pasada el tema de los transgénicos se levantó nuevamente.  Esto básicamente por dos razones.  La primera -y más importante- es que el Ejecutivo ha observado el proyecto presentado por el Congreso por el cual se aplicaba una moratoria de 10 años al ingreso de semillas genéticamente mejoradas.  Ojo, no se prohibía el ingreso de transgénicos en general.  Ése es otro rollo que aquí abajo lo comento.  La decisión de no proceder con la moratoria es algo que solamente afecta al ingreso de producto para aplicar al agro.  La segunda razón tiene que ver con el etiquetado de productos industriales que contienen componentes genéticamente modificados.  Hay detalles de ese etiquetado que se han levantado también la semana pasada.  Estas dos cosas se han cruzado y han formado una gran maraña de controversia que se confunde.

La semana pasada en el Twitter se ha discutido esto intensamente.  Y un buen ejemplo de que esto se puede conversar civilizadamente para llegar a conclusiones comunes es este post que cuelga el amigo @renatiux99 con parte de la discusión (en la que estuve ahí metido).  Lamentablemente no todos están igual de abiertos al diálogo.  Y muestra de eso es que se cruzan los temas y se trata de justificar decisiones comerciales con mitos cientificos y viceversa.

En general hay que tomar en cuenta que, como otros muchos temas de política, éste tiene pros y contrasSi alguien te viene con que los transgénicos solamente traen problemas, te está mintiendo.  Simple y sencillo.  Negar que tiene costos y riesgos también es irresponsable.  Pero como siempre, se trata de tratar de acceder a sus beneficios reduciendo los costos y mitigando los costos.  Y si no se puede, ni modo, que no se haga. ¿Pero es acaso ése el caso?

Empecemos separando los temas para que no nos confundan.

1. Semillas mejoradas

Éste es el rollo que más atención ha traído.  Y es quizás sobre el cual más mitos se han arrojado.  Básicamente se trata de que se permita el ingreso y el uso de semillas genéticamente modificadas para que sean más resistentes a heladas, para que puedan aguantar plagas mejor, etcPor un lado se dice que el uso de estas semillas trae inmensos beneficios.  En el sentido en el que traen consigo cultivos más baratos (requieren menos fertilizantes y fumigaciones) y menores riesgos de pérdida (todo campesino vive temiendo sequías y heladas), permiten producir alimentos más baratos.  En ese sentido, beneficia mayormente a los campesinos que no están en la nota industrial y que no le entraron a los cultivos orgánicos (que son de alto precio y para un publico de elite, por lo que no constituyen una solución a la inseguridad alimentaria).  Pero también a los que necesitan alimentos más baratos.  O sea, la población con menores ingresos.

Por otro lado, se le asigna una serie de miedos que en cierto sentido son razonables, pero también son mitigables.  O en todo caso, es un asunto para ser discutido bonito para llegar a una conclusión.  Cuando uno ve debates como el que mantienen los biólogos Antonieta Gutierrez y Luis Destefano en el programa de Jaime De Althaus por lo menos tiene que aceptar que estos horrores que se le asignan a los transgénicos no están tan fijos o definidos como nos lo quieren hacer creer.

El principal temor, que los transgénicos por polinización representen una amenaza para la biodiversidad peruana, se mitiga con un reglamento adecuado y duro que asegure que no se produzcan cultivos transgénicos cerca a cultivos tradicionales que puedan verse afectados.  Esto es básicamente lo que se ha hecho en Bolivia (Bo-li-vi-a, que no es precisamente el país más market-friendly de este lado del hemisferio).

En ese sentido, ¿necesitamos 10 años para definir qué hacemos con este asunto? Yo no estaría tan seguro, porque la investigación ya está ahí, las publicaciones, las pruebas, etc.  Todo ya está sobre la mesa.  Es cuestión de tomar la decisión.  Chequeen cómo hasta Tomas Unger tiene claro el asunto en este reportaje de Cuarto Poder.  Si se trata de un asunto meramente científico y de preocupación por la biodiversidad, lo que nos debería preocupar es que el reglamento que se saque sea lo suficientemente rígido.  Y de hecho, el que se había trabajado ya lo era.

2. Etiquetado de productos con componentes transgénicos

A este asunto se le está dando menos atención, aunque el año pasado fue semejante escándalo.  Básicamente la vaina es así: Aún si se prohibe el cultivo de productos transgénicos en el Perú, hay muchos productos que se consumen en Lima que tienen componentes transgénicos que han sido cultivados en alguna parte.  Lloren, pataleen, dénse vueltas.  Esta vaina es inevitable.  Después de todo, como me lo explica Diego Calmet de la SNI en este video, si un producto industrial usa trigo, lo más probable es que tenga un transgénico, porque la mayoría del trigo en el mundo es de origen genéticamente modificado.  Así que la próxima vez que te compres tu bolsita de tortees piensa en eso.

Lo que explica Calmet es bastante claro.  Los industriales no se oponen a etiquetar, porque entienden que de todas maneras es inócuo (o sea, que la gente se asusta por las puras, porque saben que no hace daño a nadie).  Y que uno de los principios de la economía de libre mercado es que los consumidores deben estar lo mejor informados posibles para poder tomar sus decisiones de consumo de manera más responsable posible.  El problema es uno de aplicabilidad.

En todo el mundo solamente 30 países imponen el etiquetado de transgénicos.  No se dejen engañar con el floro de que "todos los países menos el Perú", que le encanta repetir a algunos.  Y de esos 30 países, ninguno obliga a etiquetar en todos los casos, sino a partir de que el producto que se esté etiquetando tenga una presencia significativa de transgénicos.  Si es menos de 5%, no tiene sentido hacerlo por dos razones.  Primero, que no es relevante.  Segundo, que es prohibitivamente caro hacerlo.  Tu tortees de 50 centavos puede terminar costando cuatro soles, porque tiene que para cada lote (ni siquiera una sola vez) enviar una muestra a un laboratorio para analizar la presencia de transgénicos -algo que los laboratorios en el Perú no están en capacidad de hacer, según lo que dicen-.  Así se mata el principal beneficio de los transgénicos: Que traen alimentos más baratos. ¿Se dan cuenta de la jugada? Porque, como ya mencioné en posts anteriores, no se dejen engañar.  Esto no es un asunto de intereses corporativos versus ambientalistas desinteresados.  O sea, claro que hay ambientalistas desinteresados.  Pero si se cancela el uso de transgénicos, hay OTRAS corporaciones e intereses privados que salen ganando.

Entonces, por este lado los riesgos también se pueden mitigan.  Pero se trata de que no se hagan a un costos excesivamente alto, que elimine el principal beneficio del uso de componentes genéticamente modificados.

3. Complicaciones comerciales

Algo que casi no se está tomando en cuenta y que es crucial para la discusión es que todo esto que se está debatiendo es apenas el estado actual de las cosas.  Estas semillas que aguantan heladas y el trigo y la soya y todo son apenas la llamada primera ola de transgénicos.  Ya se está desarrollando en distintos laboratorios alrededor del mundo (y en el seno de distintas empresas) la segunda ola.

Al nivel mundial, Brasil, Argentina y China son países líderes en la aplicación de cultivos transgénicos.  Y estos países desde que los han estado aplicando han estado desarrollando no solamente mejores procesos agrícolas, sino que han aprendido institucionalmente cómo afinar su regulación al respecto.  No se dejen engañar con respecto a eso tampoco, señores.  La bioingeniería es una de las ciencias del futuro.  Y si le damos la espalda por temores comerciales, en 10 años estaremos en mayor desventaja aún para aprovechar los beneficios que trae... Mientras países alrededor de nosotros estarán ya en la carrera con los motores encendidos.

¿Les preocupa una empresa supuestamente monstruosa que se supone se quiere comer nuestra biodiversidad? Pues eso se combate en Indecopi y en el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo al nivel legal e institucional.  No se combate difundiendo temores infundados y mitos que no vienen al caso.  ¿Que los cultivos orgánicos son igual o más eficientes que los transgénicos? Señores, eso es mentira.  Y si no me creen, vayan a la FAO (más arriba que la FAO no se puede ir, a menos que tengan llegada a Démeter, el dios de la agricultura).  La FAO cita a la tecnología de las semillas genéticamente modificadas como una de las nuevas técnicas a las que tenemos que acceder para poder luchar contra la inseguridad alimentaria.

Si el roche es comercial, que se solucione en ese nivel.  Y para esto hay mecanismos.  No solamente internos (Indecopi, que por si se han olvidado es la institución del Estado con mayor credibilidad en este país), sino a nivel internacional (OMC, por ejemplo).  Pero piensen en esto: Si la razón para insistir en la moratoria es comercial... ¿En qué habremos avanzado en diez años al respecto? Dudo mucho que ésa sea la solución.


Escrito por

mildemonios

Economista con postgrado en periodismo.


Publicado en

Economía de los mil demonios

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