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Acerca de la promoción del cine (25): De cómo se cumple la teoría económica

Publicado: 2013-03-05

En economía pública todo gira alrededor de los incentivos.  Hay muchas medidas que se incluyen que no pueden tener una consecuencia directa visible, pero que están pensadas para introducir los incentivos necesarios para que la gente quiera hacer lo que le conviene al país que haga.  Tomen en cuenta que cuando un individuo toma decisiones sobre su carrera o sobre su vida, está pensando en lo que es mejor para él.  Si eso es mejor o peor para la sociedad, eso es una consideración secundaria.  Suena egoista o malvado, pero tiende a ser cierto.  En ese sentido, cuando se diseña una política pública esto debe estar en el plan.

En esa línea está la recomendación de que la política de promoción de cultura no sea planteado como una torta que haya que repartir entre los que hay, porque entonces se genera el incentivo a pelearse entre todos para obtener el pedazo más grande posible de torta, en vez de aplicar esfuerzos y tiempo a hacer el mejor producto posible.  Consideren que cuando hablamos de promover cine (como cultura, no como industria cultural, de lo cual también podemos hablar, si quieren), el objetivo final es que la sociedad peruana tenga a lo largo de los años mejores películas que retraten mejor a la sociedad peruana o que brinden productos culturales que generen empatía con el público.  El objetivo no es que tal o cual director viva cada vez mejor o qué sé yo.  La justificación final es que queremos mejor cine.  Y que por eso metemos millones de soles al año a fomentar eso.  Pero, ¿se ha logrado? Peor aún, ¿se está logrando?

Más allá de que la calidad del cine peruano haya subido o bajado (que es una percepción total y completamente subjetiva) o que el público peruano ya no esté conectado a lo que los cineastas están haciendo (lo cual sí se puede medir y resulta que efectivamente está pasando), está el hecho de que los incentivos que se tienen por el momento con el dichoso concurso (antes Conacine y ahora Dicine) son a repartirse una torta.  No a hacer cada vez mejor cine.

Ojo, como cada vez que escribo sobre el tema, incluyo el párrafo en el que insisto en que no se trata de que el Estado no se meta a promover cine nacional.  Se trata de que lo haga bien.  Y no, pues.  No lo ha venido haciendo bien y no pareciera que vaya a hacer los cambios para hacerlo mejor.

El hecho es que en el Perú la promoción al cine nacional es una torta.  Es un fondo concursable que no crece (y que ni siquiera se da completamente, porque hay años en los que el MEF no lo transfiere completamente).  Y que ese fondo hay que repartirse.  Entonces, una porción de la comunidad de cineastas peruanos, en vez de apuntar a hacer el mejor cine posible, lo que hace es aplicar esfuerzos a repartirse la torta.  Esto implica presentar proyectos que le gusten a los jueces, lo que deja de lado la empatía con el público o las consideraciones comerciales básicas.  Y también implica pelearse con los demás para dejar a otros fuera de carrera.  Y finalmente, cuestionar el sistema constantemente para que lo favorezcan a uno y no a los demás.

Esta mecha estuvo recibiendo exposición mediática hacia finales del año pasado.  Incluso llegó al programa de Jaime de Althaus, quien suele tener otros temas en su lista de prioridades.

Ahora, tomen nota de que no es el único roche dando vueltas.  Además está este asunto de quién decide cómo se distribuye el dinero.  Entre otros, Alberto "Chicho" Durant (un cineasta que ha vivido de Conacine un montón de tiempo y que dominaba la fórmula que tenías que presentar para siempre ganar el concurso de Conacine) ha estado cuestionando los cambios en la política de promoción de cine en el Perú (básicamente porque ahora lo ganará menos seguido).  Esto ha llevado a una controversia, en la cual algunos defienden el nuevo sistema y otros defienden el modelo anterior.  Ahora, las diferencias son menores y básicamente se limitan a los criterios que se aplicarán para decidir a quién se le da el dinero (además de que ahora hay más plata y más categorías).  Al final la discusión muere en cómo hacemos para que los que vivan del Estado sean otros y no los mismos de siempre, si bien hay que reconocer que se ha ordenado la casa para que el proceso sea más transparente e institucionalizado.  Sería más interesante que la discusión sea "cómo hacemos para que NADIE viva del Estado y todos se mantengan por sí mismos", que es a lo que una correcta promoción del Estado debería aspirar.

Ojo, nuevamente insisto.  No se trata de que el Estado no ponga plata en promover cine, sino de que lo haga de cierta manera en la que nadie termine viviendo de la ayuda (fenómeno comunmente llamado asistencialismo) y que constantemente se pueda aplicar dinero a que nuevos valores sean descubiertos y lanzados.

Por supuesto que aquí nadie está hablando de hacer crecer la torta, porque eso no les interesa.  Quizás sí hablan de pelearse para que la torta mayor, que es el presupuesto nacional, les brinde una tajada más grande a ser repartida.  O sea, presionar para el MEF transfiera más dinero.  Per nadie habla de que el fondo sea redituable, que el dinero que se da a los cineastas se devuelva o que se plantee un sistema de préstamos para que cada vez haya más dinero en el fondo a ser concursado.  No, no hay forma, porque todas esas propuestas implicarían que los que hacen cine en el Perú incorporen a su proceso de producción más consideraciones, como por ejemplo cómo hacer para que mi película le guste al público o cómo hacer para que encuentre un nicho en el mercado o para que recupere por lo menos la misma cantidad de dinero que le metí.  Nada, eso cansa.  Fíjense, por ejemplo, cómo nadie en esta mecha habla de becas o de capacitación para los nuevos cineastas.

Nada.  Aquí la mecha es por agarrarse el pedazo de torta más grande posible.  Y en el proceso, hay que cuestionar a las autoridades, al proceso y a los demás competidores.  Tal como predice la teoría económica que sucederá.

(Dibujito de arriba: http://jensclaessens.blogspot.com)


Escrito por

mildemonios

Economista con postgrado en periodismo.


Publicado en

Economía de los mil demonios

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